6 consejos para traductores freelances
Descubrir lo que nos apasiona en la vida y a lo que nos queremos dedicar es por sí mismo un desafío. Sin embargo, cuando conectamos y visualizamos finalmente ese objetivo ideal de vida profesional que deseamos alcanzar, es inevitable que perdamos de vista, o que ignoremos por completo, la serie de vicisitudes y retos que hemos de encontrar en el camino. Como dicen por ahí, no hay trabajo perfecto.
Aquí te comparto las 6 consejos que me hubiera gustado escuchar antes de dedicarme a la traducción freelance:
1. Confía en tus habilidades traductoras y tu capacidad de aprendizaje
Todos empezamos siendo inexpertos y nuestros primeros trabajos no siempre son los mejores. Con el paso del tiempo desarrollamos el oficio, siempre que así lo procuremos. La experiencia te hará mejor traductor; no solo el grado escolar o el título universitario. Aunque al principio esa falta de experiencia te haga entregar traducciones de las que después te avergüences, eso no te hace un mal traductor. Nunca terminas de evolucionar y mejorar. El aprendizaje es constante.
2. Aléjate de la literalidad y crea estrategias para hacerlo, más allá de las teorías traductológicas
Me parece que es inevitable para todos los traductores que caigamos en la traducción demasiado literal y en que dudemos de pronto qué palabra sí y qué palabra no quitar del texto original. Es tan fácil caer en la mecanización de traducir tal y como viene en el texto original, sin importar si eres un experto o no en teorías de traducción y lingüística, o si dominas las reglas ortográficas y gramaticales de la lengua meta. Pienso que aprender a comunicar el texto fuente acorde a la lengua meta es un logro que solo con la práctica y mucha observación, apertura y autocrítica se alcanza, pero unos buenos talleres prácticos sobre esto no nos vienen mal a ninguno desde que somos estudiantes o aprendices. También es bueno que lo consideren aquellos que piensan que solo porque son bilingües ya pueden ser traductores.
3. Aprende a cobrar y a negociar con los clientes
Tuve muchos golpes bajos: desde clientes abusivos que se fueron sin pagar hasta clientes aprovechados que viéndome inexperta cuestionaron mi capacidad traductora para castigarme con el pago (lo que me remite al punto número 1). Me hubiera gustado que me hablaran de esto cuando era estudiante. Ahora que soy maestra de traducción, les hablo de todo esto a mis alumnos y les comparto mis experiencias reales en este tema. Creo que es muy importante saber enfrentarse a los tiburones, especialmente en un país como México, donde el freelancer y el traductor son poco valorados, y los clientes abusan de la necesidad de los autoempleados y de proveedores pequeños de servicios. Ser profesional no solo implica tener un amplio conocimiento técnico de nuestro trabajo, sino saber vender, negociar, cerrar tratos, cotizar, etcétera.
4. Prepárate para la presión
De todo tipo. Cuando terminé la carrera, pese a que siempre tuve el talento para la traducción escrita, pensaba que era una profesión monótona de escritorio y tardé en ejercerla por lo mismo. Nunca he estado más equivocada, y ojalá alguien me hubiera preparado de algún modo para manejar el estrés, los golpes de adrenalina, los temibles tiempos reducidos de entrega, los periodos de trabajo incesante y sin descanso en fines de semana, el extenso (pero muy satisfactorio) trabajo de investigación que muchas veces requieren algunos proyectos más que otros; y sobre todo, a que, como independiente, debes aguantar con estómago de acero la incertidumbre de no saber cuándo sale tu próximo pago. En ese sentido, me hubiera gustado que algún maestro o colega me hubiera compartido su experiencia y me hubiera enseñado a decir no (lo que también está ligado al punto número 3).
Los autónomos en México, incluidos los traductores, caemos fácilmente en la trampa de decir que sí a todas las condiciones, a todos los trabajos, a todo proyecto, aun cuando humanamente ya no puedes abarcar más, pero aceptas solo por el miedo a perder un cliente o por no dejar pasar un trabajo. Nuestra filosofía muy mexicana de “chamba es chamba” debe ser erradicada urgentemente, o al menos eso creo yo. Y no solo ocurre en nuestra profesión, le sucede a casi todos los independientes. Debemos aprender a darle valor a nuestro trabajo y a nuestro gremio, sea cual sea.
5. Para y descansa
El trabajo de traducir, al menos desde mi experiencia, puede requerir una gran parte de creatividad e inspiración; pero, sobre todo, de mucha concentración. A veces te sientas a traducir y no estás concentrado ni con ánimo, y no fluye. Pero cuando el espíritu de la concentración y la inspiración se posesiona de ti, aunado a los tiempos de entrega siempre apretaditos, hacen que de pronto puedas pasar hasta 5 horas sin parar en un texto y no sepas cómo frenarte porque sientes que se te va ese momento de conexión. Esto a la larga acarrea innumerables problemas de salud que van desde el sedentarismo, la circulación, el ojo reseco, la mala postura y daños en la columna, mismos que hoy lamento no haber considerado antes. Hoy conozco a muchos colegas que padecen todo tipo de problemas relacionados con el tiempo que pasan sentados frente a un monitor, yo incluida. Ojalá alguien me hubiera advertido.
6. No esperes reconocimiento
Algo que ya acepté después de muchos años es a no recibir a veces ni las gracias. Pero que no se te ocurra equivocarte porque serás quemado en leña verde y señalado públicamente de todo lo que salió mal por culpa de tu traducción a la que se le fue aunque sea un error mínimo. El cliente no tiene tiempo más que para dos cosas: presionarte para la entrega o reclamarte por tu error. En ese sentido, ojalá los clientes tomaran un poco de consciencia de esto y se dieran el tiempo para darnos una palmadita en la espalda cuando cumplimos cabalmente con la entrega y el trabajo fue exitoso, y no solo para reclamar lo que no les gustó. Pero mientras eso ocurre, si eres traductor principiante, acostúmbrate a no recibir retroalimentación positiva ni la esperes (lo que una vez más se liga al punto número 1).
Pese a todo, la traducción es apasionante y muy satisfactoria para quienes la ejercemos con vocación. Tengo que decir que no solo me hubiera gustado que me advirtieran de estas situaciones sino que mis profesores y colegas me inspiraran más a continuar en esta labor compartiéndome el lado luminoso y fascinante del mundo de la traducción. Después de todo, toda profesión tiene sus claroscuros.